Museo Banco Pichincha
“Al preservar el patrimonio histórico del país, y más aún al fomentar el arte y la cultura, el Banco Pichincha sólo cumple una de las funciones sociales a las que considera estar obligado” manifestó el Dr. Fidel Egas, Presidente del Banco, con ocasión del centésimo aniversario de la institución. Y la verdad es que desde siempre este Banco mantuvo buenas relaciones con la cultura, como lo prueban las obras que se han venido sumando, desde hace décadas, en sus instalaciones principales y agencias en todo el país.
Pero en cierto momento, surgió la iniciativa de montar un primer museo con una selección reducida de esas piezas, a fin de organizarlas en términos técnicos, o sea poniéndolas en valor de acuerdo con las normas de la moderna museografía. Y así, bajo la dirección curatorial de la Dra. Inés M. Flores, se instaló en el año 2013 el museo que hasta hace poco funcionó en la planta baja de la actual casa Matriz del Banco, ubicada en la avenida Amazonas y Pereira de la ciudad de Quito.
Pero debemos reconocer que el tamaño físico y la ubicación no permitió el despliegue que dicha colección merece, ni su trascendencia. Por lo que el Banco consideró importante el contacto de sus clientes y del público en general con las obras ancestrales y coloniales que se mostraban en tal espacio. Fue entonces cuando el actual Presidente, Don Antonio Acosta, decidió trasladar este museo a los pisos superiores del Edificio Principal del Banco, ubicado en la Plaza Grande de Quito, cuna histórica de la Capital de los ecuatorianos, en donde reposaban ya los libros originales del Banco y varias máquinas cuidadosamente conservadas, mezcladas con algunas obras de arte contemporáneo. Y fue allí, también con la curaduría de la Dra. Flores, que se logró organizar, en dos pisos completos, esta interesantísima amalgama de aquellas piezas ancestrales y coloniales, de extraordinario arte quiteño, junto a las reliquias propias del quehacer bancario, celosamente guardadas desde hace 111 años, y en donde no se pueden ignorar además los antiguos billetes emitidos por el propio Banco, ni los tomos de los viejos libros y registros de la Institución, preciosamente caligrafiados, y que incluyen, nada menos, que su propia acta fundacional de 1906.