Apenas entrado el siglo XX, Matilde Hidalgo decidió participar activamente de la vida pública y política del país. En el camino debió sortear las inclemencias de una sociedad que no estaba lista para ver a las mujeres fuera de casa, estudiando, trabajando y, menos, ejerciendo el derecho al voto.
La Constitución de 1883 había excluido a la mujer de manera explícita, y cuando ella se presentó ante la Junta Electoral de Machala para registrarse en el padrón, se lo negaron por ser mujer. Sin embargo, la Constitución vigente de 1906 sí se lo permitía, hecho que confirmó la Junta y el Consejo Provincial, después de varias consultas al Consejo de Estado.
El 2 de julio de 1924, diario El Telégrafo, registró cómo Matilde acudió a inscribir su nombre en los catastros parroquiales para entrar de lleno en la vida política y ejercer un derecho que, a partir de ese momento y hasta día de hoy, miles de mujeres ecuatorianas también han podido ejercer con la misma presteza y valentía.
Así es, el derecho al voto se lo debemos a Matilde Hidalgo, médica lojana que se despojó de los roles sociales con los que había nacido para convertirse en un referente en la historia de nuestro país y de Latinoamérica.