Solo al detectar movimientos bancarios anormales, compras no autorizadas o daños a la propia reputación es cuando la víctima llega a la conclusión de un posible fraude. Así que comienza a contactar a sus proveedores de servicios hasta llegar, por fin, al origen del problema: un chip clonado estuvo en las manos equivocadas.
Si lo piensas detenidamente, es usual que pidamos una copia de la tarjeta SIM porque la anterior estaba en un celular que perdimos o simplemente dejó de funcionar. En estos casos, la barrera de seguridad se rompe cuando no desechamos adecuadamente el chip original o cuando no lo reportamos como perdido. Por otro lado, las verificaciones de identidad que hacen las operadoras pueden llegar a ser seguras, pero los cibercriminales ya han investigado la vida de su víctima, la conocen y saben actuar muy bien.