La ingeniería social inversa requiere menos esfuerzo en el discurso que emplea el hacker para lanzar el ataque porque, de alguna manera, este pasa a formar parte de la vida de la víctima, sea esta una persona o una empresa. Por ejemplo, aparece como parte del servicio técnico, como un cliente o el proveedor de algún servicio. De esta forma, la futura víctima lo conoce y trata con él a diario. Cuando menos lo espera, el atacante le está “ayudando” a solventar un problema y para ello, le entrega información sensible como datos personales, datos bancarios u otro tipo de información confidencial.
Esto tal vez te esté recordando a Berlín haciéndose pasar por un importante asesor financiero y entrando, escoltado, al Banco de España, en la tercera temporada de La casa de papel. ¡Una joya de la ingeniería social inversa!... Por supuesto que en la vida real es menos emocionante.